viernes, 22 de julio de 2011

¿ Cuál fue mi error?


Sin duda, esa pregunta me acompaña desde hace un tiempo, aunque responderla me ha resultado tan difícil como descubrir qué es lo que se encuentra más allá de lo infinito.
Tal vez algún día el destino se apiade de mí y me regale una respuesta.
Intentando comprender tu ausencia, recorrí mil veces las huellas que dejaron tus pasos al marcharte, pero sólo encontré más preguntas: ¿Qué pudo ser más fuerte que la complicidad que nos unía?; ¿Cuándo abandonamos los sueños que ayer cuidábamos con devoción? ¡Si hasta llegamos a creer que sólo tú y yo bastábamos para que el mundo existiera!
Prometí no derramar una lágrima más, o seguir con reproches.- ¿A quién le importará saber que me sentí perdida, o enterarse de cuanto me dolió la vida?- pensé. Nadie puede imaginar el dolor que provoca una separación indeseada, sin antes haberla padecido en sus propios huesos: miedo, impotencia, culpa, celos, resentimiento, tristeza, angustia, decepción, rencor, vergüenza, frustración… Todos estos sentimientos, integrantes de una pandilla perversa, arremeten sin piedad contra el cuerpo, la mente y el alma. Poco queda entonces de quienes fuimos antes de sufrirla. Sin embargo hoy todo es distinto. Cultivé una actitud positiva que me ayuda a mantenerme en la frecuencia de las sensaciones agradables que la vida aún tiene reservadas para mí. He recuperado la fe, y con ella, la cálida sensación de seguridad que me hacía sentir fuerte cuando estabas a mi lado y el mundo parecía perfecto.

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